NECESITO DE VUESTRA COLABORACIÓN


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martes, 14 de enero de 2020

Legado de Arturo Soria. Asociación Cultural.

Es para mi un verdadero placer formar parte de esta Asociación Cultural nacida de la unión de un grupo de personas ligadas de una u otra forma, amigos en definitiva, que de manera desinteresada rescatarán el acervo olvidado de D. Arturo Soria, sus libros, sus inventos, su carrera política y el más ansiado de sus proyectos, La Ciudad Lineal.


Coincidiendo este año con el primer centenario de su fallecimiento, la asociación impulsará una serie de actividades, entre ellas conferencias, exposiciones y visitas guiadas que se prolongarán no solo durante este año, sino de forma indefinida.

Recuperará eventos olvidados como "la fiesta del árbol", sonidos de otros tiempos, como el himno de la misma, rescatado y a disposición de todos,  y sobre todo, le recordará y homenajeará el día del centenario de su fallecimiento, el próximo 6 de noviembre. 

A través de la página web podremos conocer estas diferentes actuaciones y todo el patrimonio rescatado. No dudes en darnos tu opinión, dejar alguna sugerencia, o  participar con nosotros de forma directa contándonos tu historia.


A partir de este momento mis relatos e historias serán publicados en la propia pagina web, en la que estarán avalados y contrastados por el resto de colaboradores.  




Además puedes seguirnos a través de nuestras redes sociales:


martes, 16 de julio de 2019

125 AÑOS DEL INICIO DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD LINEAL


Seguramente la tarde de aquel 16 de Julio de 1894 fuese tan calurosa o más que la de hoy en aquel recóndito paraje a ocho kilómetros de la Puerta del Sol. Los asistentes estaban preparados, un grupo de personas que habían creído y confiado en el proyecto de Soria, locos les llamarían muchos, incluso se llegó a pensar en estafadores, porque nadie daba duros a cuatro pesetas. Lo que no sabían, era que aquel hombre les estaba embarcando en su sueño, en su teoría, en algo que finalmente fraguó, germinó y dio sus frutos, pero que como tantas veces en esta vida se vio truncado, por lo más terrible, por eso que tanto miedo da, incluso pronunciar y que no solo sesgó la vida de nuestra Ciudad Lineal, sino la de los habitantes de todo el Mundo, las guerras.


Aquella tarde soleada se reunieron en el “hotel de la Compañía” todos los miembros del consejo de la CMU, entre ellos el Arzobispo de Madrid-Alcalá, José María Justo de Cos; el Gobernador Civil, Duque de Tamames;  los alcaldes de Canillejas y Canillas, y por supuesto el artífice de todo ello, don Arturo Soria y Mata que contaba por aquel entonces con 49 años de edad.

En un solemne acto se colocó la piedra de granito con inscripción en el alfeizar de una de las ventanas del edificio, y bajo esta una caja de plomo en la que se incluyeron entre otras cosas una copia del acta de inauguración.  Poco después se dio un pequeño convite en la finca que el general Topete poseía en la Concepción.


Aquella piedra bautizada con todos los honores como la primera piedra de la Ciudad Lineal se mantuvo en aquel alfeizar durante años, tantos que el edificio que originalmente había sido construido para albergar las oficinas de la CMU, pasó con los años a ser un anexo de esta, situada a unos metros. Reformas tras reformas, en un momento fue olvidada.


Después, ya en 1954 cuando aquellos edificios tenían ya un aspecto triste, don Rafael Munguira adquirió un solar junto aquel pequeño primer edificio de la Ciudad Lineal que por aquel entonces ya se había convertido en la academia Cervantes, un pequeño centro escolar, y fue al derribar unos viejos almacenes allí existentes para construirse una casa cuando apareció la piedra, que este tuvo en el jardín de su casa durante más de cuarenta años.


En 1996 el chalet del Sr. Munguira y el primer edificio de la Ciudad Lineal fueron nuevamente anexionados, y en este momento cuando la piedra es donada por él al ayuntamiento de Madrid, para que todos las pudiéramos disfrutar.


Quizás hoy hace 125 años, y ya a estas horas, bien entrada la noche, don Arturo Soria estaría planteándose que su proyecto por fin iba a ver la luz.  Enhorabuena por ello.

Para conocer con detalle la historia del inmueble visite: Historias Matritenses. El primer edificio de la Ciudad Lineal.

jueves, 11 de mayo de 2017

Una casa para don Manuel González y Amigó. (De Villa Filomena a Villa Fleta)

Creo que desde que empecé a descubrir la Ciudad Lineal, la ciudad para mí desaparecida tengo constancia de este edificio, quizás por su magnificencia,  a lo mejor por su ubicación, tal vez por su inquilino, o  acaso por un cumulo de casualidades. Sea como fuere Villa Fleta fue y será sin duda alguna un referente en la historia de la urbanización.


El solar donde se construiría el edificio estaba situado en uno de los lugares más altos y de orografía más singular, en un paraje denominado Atalaya poco antes de la cuesta del Sagrado Corazón, camino natural a Chamartín de la Rosa.

Desde el altozano por donde se había conferido la trayectoria de la calle principal de la Ciudad Lineal se tenían unas maravillosas vistas de la capital, del espectacular colegio de Nuestra Señora del Recuerdo, y al fondo, como si de un decorado se tratase la sierra madrileña.
El lugar era idóneo aunque un tanto escarpado, aspecto que por otra parte facilitaría la construcción de edificios en varios niveles. La manzana 73 se había dividido en tres sub-manzanas tal y como rezaba el proyecto original, pero estas no estaban completas, ya que la hondonada que provocaba el cercano arroyo Abroñigal limitaba la extensión de esta y eliminaba de un plumazo la calle posterior Occidental.

El bloque central de la sub-manzana 73 estaba compuesto por una treintena de lotes de terreno (parcelas de 20 m. x 20 m.) lo que daba una extensión total de 12.000 m2. Esta superficie fue asignada  hacia 1902 a uno de los primeros accionistas de la C.M.U don Francisco Amigó y González, que llegó a ser incluso vicepresidente de la propia compañía, cargo que ostentó hasta 1915 cuando se retiró por problemas de salud.


En honor a su generosa aportación económica a la empresa, esta le concede su nombre a una de las calles de la urbanización, justamente la situada en uno de los laterales de la parcela, quedando configurada su ubicación de la siguiente forma:

Parcela de 40.000 pies sita en el paraje conocido como Atalaya, manzana 73 de la Ciudad Lineal, lotes 11,12,13 y 14 letras A,B,C,D,E,F,G,H,I, que linda en su cara oeste  con 80 metros de longitud a la calle principal de Arturo Soria; en su cara norte con 170 metros de longitud a la calle de Amigó y González, en su cara este de 80 metros de longitud al arroyo de Abroñigal, y en su cara sur con 140 metros de longitud a la calle de Francisco Gutierrez.  

El terreno fue dividido en dos parcelas quedando de esta forma distribuido en una de 24 lotes de forma rectangular y otra con 6 lotes en forma de cuchillo. El terreno mayor a su vez se desgajó en dos partes idénticas, configurando dos parcelas de 4800 m2 cada una, de las cuales solamente fue edificada una, la más cercana a la calle de Arturo Soria.


En la imagen la parcela 73 al completo. Dentro del círculo la sub-manzana propiedad de F. Amigó y Gonzalez. Remarcado con el cuadrado la superficie finalmente urbanizada y construida.

Hay un dato curioso y anecdótico que traería de cabeza a las visitas, mensajeros, y cualesquiera que fueran los importunados en llegar hasta la calle de Amigó y Gonzalez, y es que su opuesta, atravesando la calle principal de Arturo Soria se denominaba González Amigo, no por un error tipográfico, sino porque esta se le asignó a otro accionista mayoritario, don Ildefonso González Amigo, con lo cual el embrollo estaba garantizado. Por una parte era un contratiempo pero quizás la C.M.U. pensó que en caso de confusión al menos la molestia sería de menor grado que habiéndolas situado a kilómetros de distancia. El caso es que con los años y en un momento determinado en la década de los 50, la calle modificaría su designación pasándose a denominar al completo calle de González Amigo, borrando de un plumazo la concesión dada a don Francisco por la compra de acciones de la empresa.

En enero de 1903 se tiene conocimiento de que el cerramiento de la parcela correspondiente al número 120 está prácticamente terminado y pocos meses después en marzo que las obras de cimentación y planta sótano ya están muy avanzadas. El resultado final de los trabajos concluidos hacia 1904 fue maravilloso y digno de mención por su belleza y suntuosidad.


El edificio se levantó en tres alturas, el sótano quedaba en la parte posterior a la altura del jardín, la planta baja a cota de calle,  primera y segunda dispuesta en buhardillas y torreón. El edificio se había construido en ladrillo macizo de dos pies de espesor en sótano, y pie y medio en el resto de las plantas, siendo sus forjados de hierro y bovedillas de tablero de ladrillo. En sus fachadas de ladrillo visto se empleó  todo un muestrario del estilo neomudejar,  abultados en jambas, dinteles y pilastras, que fueron combinados con preciosas escalinatas y balaustradas de “Portland” pintadas en blanco, dejando entrever en algunos casos los pilares de forja.




La cubierta se realizó con forjado de madera y tejas de dos colores, rojas y verdes, adornado con recargadas cresterías ornamentales de zinc en aleros y cumbres. La cubierta del torreón de especial belleza y singularidad, estaba realizada también en madera y este caso se recubrió de pizarra, culminando la estructura con un alto pararrayos.

El cerramiento se realizó con altas tapias de ladrillo a las calles de González y Amigó, Francisco Gutiérrez, y posterior, adornando la fachada principal con una maravillosa verja de hierro sujeta entre machones con puerta de acceso principal en el centro de esta, frente a la casa. Existía además otra puerta en la calle de Francisco Gutiérrez para paso de carruajes.
La casa que se afirma fue diseñada por Mariano Belmas, arquitecto jefe de la Compañía Madrileña de Urbanización, fue un verdadero icono para la Ciudad Lineal.
De hecho si nos fijamos en las representaciones y grabados que se realiza consecutivamente en diversas publicaciones, casi siempre aparece este modelo, que  se publicitó continuamente en la revista de la compañía, pero que no se volvió a construir como ocurrió con otros modelos.
La vivienda se edificó quizás excesivamente cerca de la calle de Arturo Soria, nueve metros separaban el gran portalón de hierro del porche de entrada a la casa. Un preciosa balaustrada de piedra artificial recorría una gran terraza que se había construido en su frente, ocupando toda la fachada. En el centro del edificio y bajo cuatro pilares de hierro que sujetaban una terraza del piso superior, se encontraba la puerta principal de entrada.  Este porche, antesala del hall principal se había adornado con varios frescos y detalles modernistas, dignos de mención aparte.


Un aspecto del jardín de Villa Filomena y la terraza que se desarrollaba a las puertas de la casa.
 

El maravilloso porche de entrada a Villa Filomena en los años 10. Obsérvense detalles tales como las pinturas modernistas a ambos lados de la puerta principal de entrada a la casa.

A ambos lados de la puerta principal existían otras dos puertas de acceso directo al comedor y al salón sin necesidad de entrar dentro de la vivienda. Accediendo al gran hall principal, y frente a la puerta encontrábamos la gran escalera a lo imperial que se dividía en dos tramos a la mitad del trayecto para concluir en un corredor en forma de herradura que dejaba ver el piso inferior y el arranque de la propia escalera.

La planta baja estaba ocupada por el comedor, salón, gabinete, alcoba, cuarto de baños y cocina. Desde esta última y a través  de un corredor se comunicaba al exterior mediante una escalerita, sirviendo de acceso a la casa de servicio instalada a unos cuantos metros en la propia finca.
Desde el hall y mediante una puerta que se había instalado bajo la escalera se podía acceder a  una preciosa galería acristalada de 41 mcon vistas a Madrid.


En la planta superior la galería daba paso a dos pasillos que iban dejando sucesivas habitaciones a sus lados. Al fondo dos puertas daban paso a una gran azotea sobre la galería de cristales de la planta baja.  Siete dormitorios todos con ventanas al jardín, con el defecto de que en esta planta no había ningún cuarto de baño ni aseo. Desde uno de los dormitorios instalados en el lateral del edificio se accedía a una escalerita de caracol que subía hasta lo más alto del torreón, donde había un gabinete, y desde donde se tenía acceso a la planta de bajo cubiertas.


La planta de sótano se destinó exclusivamente a cuadras y cocheras, carbonera, leñera y almacén, con acceso a la parte baja del jardín.


Toda la finca estaba plagada de fuentecillas de piedra artificial, parterres de flores, cenadores, y paseos a la sombra de frondosos árboles: eucaliptos, pinos, álamos, castaños de indias, cedros, palmeras, etc.  La casa fue construida por la Compañía Madrileña de Urbanización por 50.000 pesetas en el año 1904, cuando aún la zona era un erial, y donde las fincas iban formando oasis según se iban ocupando.
  


 La calle de Arturo Soria a la altura de la finca Villa Filomena con su característica torre.
  


 Impresionante fotografía tomada desde uno de los ángulos del jardín, en ella se ven la galería acristalada de la planta baja que en la parte trasera quedaba a la altura de la primera planta y la azotea sobre esta.





 La finca vista desde una casa vecina al otro lado de la calle de González y Amigó con varios años de diferencia, obsérvese la frondosidad del arbolado.


Villa Filomena en todo su esplendor en los años 20. En la imagen se aprecia con claridad los dibujos que se realizaron en los tejados con piezas de diferentes colores.


La vivienda pasó a manos de Sotero Barón, un acaudalado empresario teatral que junto con su hermana Isabel formaban parte de la Compañía Clásica de Arte Moderno “Isabel Barrón- Cipriano Rivas Cherif.” Este adquirió la vivienda pero no llegó a habitarla vendiéndosela a un tercero poco tiempo después. Ese tercero llegó a la Ciudad Lineal de visita, buscando vivienda donde refugiarse de los ruidos de las grandes capitales, y establecerse no lejos de la urbe en un ambiente social alto.
El personaje en cuestión era el famoso tenor aragonés don Miguel Burró Fleta, conocido mundialmente por Miguel Fleta. Según la revista “La Ciudad Lineal” siempre que Fleta venía a Madrid residía en casa de su sobrina carnal, doña Teresa Castro, esposa de don Luis Casaseca, harto de causar molestia decidió adquirir una vivienda y fue esta la que tomó como su morada.
Don Miguel adquirió la vivienda en 1925 por 100.000 pesetas, poco tiempo después encargó su reforma total, borrando de un plumazo cualquier rastro de Villa Filomena.

Miguel Fleta se trasladó a la Ciudad Lineal en un delicado momento de su vida personal, su distanciamiento con la que sería su primera mujer Luisa Pierrick, madre de su hijo Miguel, supuso un antes y un después en trayectoria. 
En enero de 1927 conoce a su segunda mujer en Salamanca, Carmen Mirat, y allí se casa con ella en mayo del mismo año. Para entonces Villa Fleta ya será un edificio diferente, irreconocible ante su antecesor.


Don Miguel Fleta en los años 20 cuando ya era un eminente tenor. Nacido en una pedanía de Huesca Fleta llegó a ser uno de los tenores famosos de todos los tiempos.

La reforma comenzó por la restructuración del jardín, creando nuevos paseos, más amplios, y accesibles. La gran terraza frontal se eliminó, alisándose el terreno y construyendo en su lugar una gran explanada, antesala de la casa de cantos rodados de diferentes colores creando un maravilloso mosaico de piedra.
Se eliminaron algunos de los arboles realizando una selección y dejando más zonas soleadas. Se construyeron muros de carga para escalonar el terreno, escalinatas y paredes de  granito, fuentes, y una gran pérgola de madera en la parte posterior sujeta con magníficos pilares de piedra.  Se modificó la tapia a las calles laterales cubriéndola de cemento coloreado en blanco. El cerramiento a la calle de Arturo Soria se hizo de igual modo, cambiando la verja por otra más alta y más moderna. Se ampliaron los edificios destinados a lavaderos, garaje y personal de servicio y se construyeron en la parte más baja del terreno y alejada de la casa, gallineros y conejeras. En el extremo opuesto se erigió incluso una piscina, moderno e inusual detalle capitalista.
La casa se enfoscó al completo, se eliminaron los adornos de zinc de los aleros y cumbres, se derribaron las balaustradas de piedra artificial, se cambiaron por completo el orden de las dependencias, y la planta sótano se habilitó como zona de servicio y descanso.


Un aspecto de la nueva “Villa Fleta” en el número 120 de Arturo Soria poco después de su restauración.

Al parecer la decoración del edificio corrió a cargo del ilustre escultor Mariano Benlliure, incluyendo cientos de detalles de buen gusto. Paredes estucadas, altos frisos de maderas nobles, vidrieras, caros tapices y alfombras, y un completo ajuar de artículos de lujo.
En su puerta principal se instaló un cartel de cerámica compuesto por varias piezas en el que sobre un fondo amarillo se leía claramente “Villa Fleta”.



Dos instantáneas tomadas desde un aeroplano a finales de los años 20 donde se ve al completo Villa Fleta.

Cuando fleta se casó en el mes de mayo de 1927 con Carmen Mirat se trasladaron a vivir a Villa Fleta, donde los recién casados pasaron parte de su luna de miel, y celebraron verbenas y fiestas en su honor.


Don Miguel Fleta y su esposa Carmen Mirat paseando por unos de los paseos de Villa Fleta. Al fondo se ve parte del tejado de la finca vecina “El Bosque” propiedad de don Ricardo García Guereta.

Los convecinos estaban encantados con tan ilustre propietario, pues en muchas ocasiones amenizaba los silenciosos días con sus arias y romanzas.
Muchos vecinos recuerdan la buena voluntad y humildad del tenor, que celebraba durante las épocas estivales fiestas y verbenas en muchas ocasiones benéficas.



Multitud de vecinos en una fiesta organizada en los jardines de Villa Fleta, el tenor en la segunda fila a la derecha de la señora de la blusa blanca. A la izquierda de esta Carmen Mirat.

                
Miguel Fleta a las puertas de su casa y en una de las estancias. Observese en ambos casos las vidireras.


Don Miguel junto a un periodista de ABC en Villa Fleta. La maravillosa vidriera que está a sus espaldas estaba situada en el salón y por ella entraba la luz tamizada en infinidad de colores.



   
Dos fotogramas de un pequeño fragmento en el que el tenor interpreta varias canciones desde la ventana de su casa y en uno de los paseos.


Desde una de las ventanas del primer piso se tenía una maravillosa imagen del jardín, a la izquierda la calle de Artura Soria, y al fondo la vivienda contigua “El Bosque”.


Carmen Mirat colgada de la solapa del galán en el borde de la fuentecilla que aparece en la imagen anterior.


Espectacular imagen de la casa tomada desde la calle de Arturo Soria en todo su esplendor.
 

Impresionante aspecto de la parte posterior de Villa Fleta, con sus terrazas, galerías y porches que configuraban sin ninguna duda una de las mejores edificaciones de la Ciudad Lineal.   Comprenderá el lector el porqué de que el recuerdo de Villa Fleta pasase a los anales de la Ciudad Lineal.


Otro de los rincones de la finca, un paseo junto a las cinco casitas individuales para animales, otra de las distracciones de la pareja.





A partir de 1928 el tenor sufre nuevamente un altibajo en su trayectoria, esta vez profesional, viéndose afectado por sistemas de voz fatigada, por lo que tiene que rechazar los compromisos pactados con el Metropolitan de Nueva York, lo que le genera un largo conflicto interior.
En el año 1930 recuperado de su enfermedad, realiza una gira por Japón, China, México, Guatemala, Cuba, Puerto Rico y Canadá, en la que gano más de un millón de pesetas.
Adquiere en la madrileña calle de Serrano otra vivienda más modesta, trasladándose únicamente a Villa Fleta en la época veraniega.

En 1930 realiza unas comprometedoras declaraciones políticas, ilusionado por el cambio político del país, apoya a la republica que le promete mejoras en el campo lírico-teatral de la nación,  llegando incluso a grabar el “Himno de Riego”, utilizado como himno de la segunda república.

Decepcionado con la Republica por su incumplido compromiso de apoyo a la música se afilia a Falange Española, convencido por el propio José Antonio Primo de Rivera que conocía desde hace tiempo.  Puso a disposición de Falange incluso su voz, grabando el oficial himno Falangista “Cara al Sol”.
Este cambio de aires políticos supone un antes y un después en su carrera y en su vida, repudiado por los republicanos por la repentina mudanza de bando y un tanto sospechoso ante los ojos de los falangistas, le llevará a trifurcar con unos y otros quizás por completo desconocimiento de las causas, y como único fundamento la música, y su voz que hacía llegar a todos los rincones del país.
Realmente no soy la persona indicada para documentar todo lo que aconteció después pero lo que es verdaderamente cierto es que la figura de Fleta se vio manchada por unas causas y circunstancias desmesuradas. Alguien que defendió  ante todo a su patria, fuese cual fuese el bando de esa maldita reyerta, creo que no se merecía un final tan fatídico como fue el suyo.


Miguel Burró Fleta murió en la Coruña el día 29 de Mayo de 1938 de coma urémico, probablemente una nefritis, o quizás un proceso tumoral renal, olvidado y repudiado. Tan solo algunos periódicos que años antes habían dado en primera plana cualquier cotilleo de la vida del tenor de tenores se hacían eco de la noticia con un mísero párrafo en la página de sucesos con titulares tan duros como “Un fascista menos”, “Ha muerto el traidor”, o Murió el Burro de Fleta.


Sus propiedades en un Madrid convulso son incautadas y saqueadas, el ama de llaves y el resto del personal de servicio que no había sido enviado al frente permaneció en la casa durante la guerra, intentando salvaguardar el nido del ruiseñor que había muerto lejos de todo lo que más quería.

Villa Fleta fue ocupada por los republicanos estableciendo en ella la residencia del comisario del II cuerpo del ejército. El lugar era ideal, desde la casa se podía contemplar el camino de Chamartín y el arroyo del Abroñigal. Dicen que antes de finalizar la guerra en este lugar se imprimieron las octavillas contra el levantamiento del coronel Casado.

Finalizada la contienda, y después de algún tiempo el edificio se rehabilitó, aunque nunca más se volvió a ocupar como residencia estable de la familia Fleta. En el lugar tan solo vivían por temporadas adineradas personalidades que arrendaban la finca, a pesar de todo en la fachada seguía ostentando los carteles de “Villa Fleta”

En los año 40 es arrendada a los vecinos estudios cinematográficos CEA para rodar algunas escenas de la película “Canelita en rama” (1943), protagonizada entre otras celebridades por Juanita Reina y Pastora Imperio.






Varios fotogramas de la película “Canelita en Rama” realizada en los estudios CEA (Ciudad Lineal) en 1943.
En las imágenes podemos contemplar como la pareja de dirige desde la puerta de la casa hasta el coche situado en la calle de Arturo Soria.


En 1960 vuelve a servir de escenario para la grabación de algunas escenas en la película “El Cochecito”, con Pepe Isbert como protagonista, en este caso bajo la realización de la productora Films-59.


Un fotograma de la película “El Cochecito” (1960)
La escena que nos ataña transcurre en la parte posterior, junto a la puerta del garaje y vemos una panorámica del camino que conducía a la puerta de acceso a carruajes a la calle de Francisco Gutiérrez.

En la película además se ve una panorámica de los alrededores de la Ciudad Lineal, con la piscina Stela como telón de fondo.

Pero sin duda alguna la película que serviría como referente para perpetuar la imagen de Villa Fleta fue “Mónica Stop” (1967). El film protagonizado por la que se proyectaba fuese una nueva niña prodigio, estaba protagonizada por Mónica Saugranes (María de los Ángeles Bello Fernández) y un gran reparto, Manuel Dicenta, Florinda Chico, José Luis Coll, Luis Sánchez Pollack, y Álvaro de Luna entre otros, a pesar de ello la película paso a la historia sin más pena ni gloria. Mónica Saugranes por su parte continuó con su carrera musical.


“Mónica Stop” un film de 1967 protagonizado por Mónica Saugranes que fue rodada en su mayor parte en la finca Villa Fleta. En ella podemos contemplar a todo color algunas de las dependencias de la casa y parte del jardín. Sin duda alguna no tiene desperdicio para los amantes de la Ciudad Lineal, a pesar de que el argumento de la cinta es nefasto y tan solo se salva las dos o tres canciones de la protagonista.




Dos fotogramas de la película en los que se ve la fachada principal de Villa Fleta, desgastada pero aún radiante. Su cuidado jardín y su silueta seguían destacando en una ciudad que se iba desvaneciendo poco a poco.


  
Dos de los protagonistas se dirigen con un tercero hacia la puerta de la finca Villa Fleta. Observamos al igual que en “Canelita en Rama” detalles del suelo de cantos rodados que decoraban la entrada a la casa.


Mónica la protagonista sacudiendo el polvo a una alfombra en la azotea de la fachada principal de Villa Fleta. Véanse detalles como las piezas de colores del tejado de la casa, o los detalles de forja de las barandillas.
  
  
Fotograma en el que vemos una de las escalinatas laterales de la casa y la escalera de servicio que condujo a la cocina en la antigua Villa Filomena.

  

 Cocina de la casa de servicio instalada en la planta sótano de la vivienda. Desconocemos como quedó configurada la vivienda tras la reforma encargada por Fleta, y lo que ocurrió con posterioridad, pero al parecer la casa contaba con diferentes viviendas en el mismo edificio.





La escalera principal de la casa apostada en uno de los laterales del edificio y que vino a sustituir a la original escalinata imperial que Fleta mandó derribar.

  


Tras ese tapiz colocado estratégicamente se  encontraba un gran hueco de acceso a la galería de cristales.
  

La misma ventana en la que cuarenta años atrás aparecía el tenor deleitando a los vecinos con su canto.


  
 Otro aspecto del amplio vestíbulo principal donde tiempo atrás estuvo la escalera imperial. En ese mismo lugar estuvo el piano de cola donde Fleta ensayaba junto con su amigo y vecino el maestro José Anglada.

(Compárese con la imagen en la que Fleta parece tocando el piano.)

  
El maravilloso comedor de Villa Fleta, dispuesto para una cena.

  

Un aspecto de las casitas de ladrillo construida con todo lujo de detalles para los animales, gallinas, conejos, palomas, y que se encontrada en la parte posterior más baja de la finca.

En los años 90 y de una forma un tanto curiosa e insólita llegan hasta mí unas cuantas imágenes de Villa Fleta. Instantáneas tomadas por los propios moradores de la vivienda, en este caso del servicio.    Al parecer son hijos y nietos del ama de llaves. Una amiga obsesionada con el edificio (por mi culpa) dibujaba su torre en el margen de un cuaderno, su compañera de pupitre le dijo: “Eso que dibujas es Villa Fleta, mis abuelos vivían allí.”








Varios aspectos del jardín de Villa Fleta, magnífico detalle del mosaico de piedras de la entrada principal, un aspecto del jardín y la casa, y la fuentecilla con nenúfares donde años atrás posó Fleta con Carmen Mirat.
A través de ella conseguí estas imágenes de las que no quiero revelar su identidad porque realmente no puedo atribuirles un nombre, pero estoy seguro que tarde o temprano daré con ellos.
Villa Fleta en los años ochenta era una de las pocas supervivientes de la zona, quizás por su maravilloso edificio cargado de detalles arquitectónicos, o tal vez por su poblado y bien cuidado jardín con centenares de árboles y plantas.
La casa, a pesar del mimo puesto por el jardinero y ama de llaves, iba perdiendo el blanco de sus paredes que se teñían de rojo al dejar la antigua fisonomía de Villa Filomena al descubierto.



Una de las últimas imágenes del edificio en los años 80. Se observa como el enfoscado se iba desplomando dejando ver la identidad de su antiguo morador.
(Espasa Calpe. Madrid)

Villa Fleta aguantó viento y marea con un aspecto fantasmagórico en el centro de la gran avenida, en el nuevo número 245 de la calle de Arturo Soria, era inevitable levantar la mirada hacia el edificio, y girarse después pensando que en cualquier momento podría desaparecer para siempre. A pesar de su aspecto sucio y desvencijado exteriormente, el interior estaba impecable, y el jardín plagado de flores y plantas hasta el último día.
A pesar de todo, siempre se tuvo la esperanza de que volviera a renacer de las cenizas, pero ese día no llegó.

  
El edificio mostrando su aspecto más tétrico, instantánea que pasará a los anales por ser “Villa Fleta” la más recordada de las fincas de la Ciudad Lineal. (La Ciudad Lineal de Arturo Soria)

Una mañana de Semana Santa, cuando casi nadie en los años 80 se quedaba en la capital un bastión de máquinas excavadoras acabaron con Villa Fleta y su jardín en menos que canta un gallo, como un crimen perfecto, queriendo borrar todos los detalles sin dejar ni rastro de nada, ni de sus fuentes y jardines, paseos y árboles, de sus artesonados y vidrieras, todo desapareció en dos días.
Entre los escombros del crimen se encontraron algunas huellas, señales que eran simples fantasmas.


Parte de la tapia que permaneció en pie algunos meses después de la demolición, donde quedó el cartel que nos recordaba que allí yacía Villa Fleta. (Imagen cedida por don Rafael Die y Goyanes.)



  
En la parte más baja de la finca entre los escombros y arbustos todavía se podía reconocer lo que en su día fue la piscina, una fosa común para un habitante muy especial. (Imagen cedida por don Rafael Die y Goyanes)

Meses después el solar se dejó completamente barrido, tan solo se salvaron dos o tres árboles, un par de cedros y un eucalipto que ha terminado por morir, quizás de agonía en un lugar que ya no le pertenece, un lugar que todos los enamorados de la Ciudad Lineal no olvidamos y que permanecerá en el recuerdo, Villa Fleta.



En la actualidad es el número 245 de la calle Arturo Soria, tres nuevos y flamantes edificios de hormigón y cristal ocupan el solar, desde sus ventanas más altas se ve la urbe, que se ha filtrado dentro de la ciudad lineal y a sus pies como un rio ya invisible la M-30, lo único de la escena que no ha cambiado y que se deja ver tras el skyline de la ciudad es el maravilloso decorado de la Sierra de Guadarrama.

Especial agradecimiento a Ricardo Márquez, Rafael Die y Goyanes y a Laura Fernández por su colaboración en este post.